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La Mujer Salvaje
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CAPÍTULO 5 – LAS TIGRESAS BLANCAS

 

1ª PARTE

–

«SI NO ERES CAPAZ DE AFRONTAR DIRECTAMENTE TU SEXUALIDAD, JAMÁS CONSEGUIRÁS DESCUBRIR TU AUTÉNTICA ESPIRITUALIDAD.

TU ESPÍRITU TERRENAL TE AYUDA A DESCUBRIR TU ESPÍRITU CELESTIAL.

CONTEMPLA AQUELLO QUE TE DIO LA VIDA PARA DESCUBRIR AQUELLO QUE TE LLEVARÁ A LA INMORTALIDAD».

TEXTO EXTRAÍDO DEL LIBRO «ENSEÑANZAS SEXUALES DE LA TIGRESA BLANCA». HSI LAI

 

 

Después del desencuentro con «el pobre hombre exiliado a la calle», quise volver a enfocar mi atención en experiencias que no me aburrieran, que me motivaran y despertasen mi interés. Andaba dándole vueltas a mis siguientes pasos, cuando recibí un email que me había reenviado Carola, donde informaban sobre un curso de Tantra femenino. Eso sería interesante. Carola había conseguido meterme el gusanillo dentro, aparte de otra cosa que no quería recordar, en fin. Olvidando también el masaje que me hicieron…, escribí a Carola para ver si ella lo iba a hacer. El curso duraba un día y se hacía en un centro de yoga que no conocía.

Estaba en el trabajo cogiendo el tupper de la comida. Teníamos una especie de sala donde comer. Una mesa grande, sillas y hasta un sillón. También un microondas y una cafetera. Poníamos los de mi departamento unos tres euros al mes para comprar azúcar y café, aunque muchos de otros departamentos nos lo gorroneaban, así que habíamos tomado la resolución de guardarlo bajo llave. Estaba a buen recaudo en uno de los cajones de la mesa de Carmen. Hoy tocaba brócoli, que me había sobrado la noche anterior y una lata de atún.

—¿Helena, te vienes ya? —dijo Marta, una de mis compañeras.

—Sí.

Justo en ese momento sonó el móvil. Era Carola. ¿Por qué no escribía como todo el mundo? Pero decidí cogérselo, así me informaba bien del curso.

—Id vosotros para allá, ahora voy —dije mientras me sentaba y cogía el teléfono. Solo teníamos una hora para comer, esperaba que no se enrollara mucho.

—Hola.

—Hola, Helena, acabo de leer tu mensaje.

—¿Vamos juntas?

—Me encantaría, pero voy al pueblo a visitar a mis padres.

—Vaya, me hubiera gustado ir contigo, ¿y sabes de qué va? ¿Tiene que ver con el libro que me has regalado? Me está encantando, no tenía ni idea de la mayoría de cosas que estoy leyendo. Me ha despertado la curiosidad y me gustaría investigar más.

—No lo sé. Nunca he hecho ninguno de Tantra femenino, pero me ha parecido interesante y por eso te lo he enviado. Se hace en un centro de yoga donde una vez hice un curso.

Y así nos tiramos la hora entera de la comida hablando. Como me moría de hambre empecé a comer mientras hablaba con ella.

—Bueno, te dejo que ya ha pasado mi tiempo de la comida y va a empezar a venir la gente. Ya te contaré.

 Guardé el tupper.

—Hola, Helenita, necesito los papeles que te pedí —apareció de pronto Héctor, uno de los socios de la empresa y mi jefe más directo.

—Sí, aquí los tengo —le dije mientras lo miraba, tenía las fosas nasales más abiertas de lo normal y me miraba raro.

—Gracias —dijo arrancándome los papeles de la mano y yéndose en un plis-plas.

Qué raro con lo que se enrollaba normalmente.

Me estaba levantando para ir al baño, cuando empezó a entrar la barahúnda de gente. Los que comían fuera y los de tupper.

—¡Vaya, Helena qué peste! ¿Has desayunado judías? —dijo Nachito, el salido, entre carcajadas.

—¡Qué mal huele! —gritó Carmen—. ¿Por qué no has venido a comer?

—¡Acaba de venir Héctor y se ha lucido! ¡Jeje! No tenía hambre, Carmen —cogí mi bolso con todo mi set y me fui al baño. Nunca más traería brócoli al trabajo.

Me apuntaría al curso, aunque fuera sola.

El curso era el sábado siguiente, de 10:00 h a 14:00 h y luego de 16:00 h a 20:00 h.

Pasé la semana entera emocionada indagando. Leyendo opiniones de mujeres que lo habían hecho y estudiando los temas que íbamos a dar para andar preparada y así poder avanzar más. Me gustaba hacer cosas nuevas y este curso tenía muy buena pinta.

 Me costó mucho aparcar y llegué tarde. Me daba claustrofobia el metro y en bus no tenía buena combinación.

Entré en una sala atiborrada de mujeres sentadas haciendo un círculo, en ese momento lo primero que pensé, ¡uff! ¡Una bacanal! Enseguida mi Pepita Grilla espiriputa, perdón, espiritual, me calló la cabeza, e infundió en mí un halo de santidad que me hacía sentir incluso etérea. Sí, este curso era lo que yo necesitaba.

Me senté al lado de una mujer más o menos de mi edad, muy guapa y simpática. Nada más sentarme empezó a hablar.

—Hola, me llamo María, ¿qué tal? ¿Has hecho algo alguna vez de esto?

—Hola, Helena, encantada. No, es la primera vez. Solo me estoy leyendo un libro de la energía femenina.

—¡Ah! ¿Sí? ¿Cuál?

Justo en ese momento nos interrumpió la profesora. Íbamos a empezar.

Esa mañana aprendimos a utilizar la energía del orgasmo hacia dentro para revitalizar los órganos, esto se conseguía a través del trabajo con la órbita microcósmica, que es la superautopista energética del ser humano. Una combinación de meridianos ascendiendo por la columna desde el perineo y descendiendo por delante hasta el perineo de nuevo. Seguramente se refería a eso Mikel el masajista tántrico, con lo de la Kundalini, aunque yo creo que él tampoco tenía mucha idea. En fin, era algo bastante complicado, que requería mucha concentración y mucha práctica.

Y por último, la profesora nos habló del «Squirting».

Nos explicó que a lo largo de la pared del conducto de la uretra hay unas glándulas llamadas skene o también llamadas próstata femenina. Al estimular esa zona, que corresponde con el punto G, con los dedos, pene u otro instrumento, se puede llegar a alcanzar la llamada eyaculación femenina, que es un líquido que fabrican estas glándulas y que aunque sale por el mismo conducto que la orina, no es pis. La mayoría de las mujeres lo bloqueamos, porque da la sensación de que te vas a hacer pis y lo contienes. Puede ir acompañado de orgasmo o no y todas las mujeres a priori tenemos esa capacidad, aunque hay mujeres que no lo consiguen y otras que sacan una gran cantidad de líquido con mucha facilidad. Entonces me acordé de ese video porno que vi hace años. Bien, a mí eso nunca me había ocurrido, a lo mejor porque yo era más clitoriana que vaginal o porque no había dado con la persona adecuada que supiera hacerlo.

Llegó la hora de la comida, nos fuimos todos juntos a comer a un restaurante que había cerca.

María y yo coincidimos por el camino y nos sentamos juntas. No paraba de hablar, pero me caía bien. Me contó que estaba casada, que era una buscadora también y que le gustaba experimentar. A mí en ese momento se me atragantó el agua, será que yo lo interpreto todo a mi manera, pero me miró muy ambiguamente.

Por la tarde descubrimos a las increíbles «Tigresas Blancas», que por cierto no estaban en el temario que nos habían mandado. Supongo que para respetar el secreto y misterio en el que ellas se movían.

Una sociedad secreta formada exclusivamente por mujeres, cuyo objetivo era restaurar su juventud y conseguir la iluminación a través del sexo.

Entre muchas técnicas fascinantes y complejas, me quedé con la boca abierta cuando nos contaron que una de las principales y más poderosas técnicas de estas mujeres era la felación. ¡Quéeeeeeeee! ¿Haciendo eso se hace uno inmortal? Empecé a mirar de reojo, a ver si veía por algún rincón a un tío, por supuesto el creador del curso, mirando escondido y tapándose la boca, para que no le oyéramos reír.

Pero no, no había nadie, parecía que la cosa iba en serio. Sin duda no tenía desperdicio.

CÓMO ABSORBER EL ALIENTO DEL DRAGÓN Y PARA QUÉ:

EL núcleo principal de los tres primeros años de preparación de las tigresas, años preparatorios para la verdadera iniciación, era practicar el mayor número de felaciones posibles, pero no a cualquiera, sino a los denominados «dragones verdes». Absorber la energía sexual de los hombres a través del semen, después de las explicaciones del por qué, me empezaba a parecer más fascinante que cualquier otra cosa que hubiera oído nunca sobre técnicas sexuales. Yo gastándome una fortuna en cremas y tenía a mano ¡la mejor y la más barata!

Decidí que mi próxima aventura sería buscar dragones verdes, a los mejores, a los de mejor calidad, para exprimirles, rejuvenecer y hacerme más sabia.

Era consciente de que solo podía aspirar a ser una tigresa amateur lactante. Estas mujeres estaban en un escalafón muy elevado, pero también estaba segura de que me habían encontrado para que anduviera un trozo de mi camino con ellas y enseñarme algo.

María y yo nos hicimos inseparables ese día. Después de que terminara el curso, fuimos a tomar algo con la cabeza llena de penes, digo de pájaros.

Frente a frente bebiendo un té, empecé a verbalizar mi pensamiento.

—A ver, los dragones verdes tienen que creer que solo buscamos el placer sexual, no deben saber que su única aportación en realidad es darnos semen y energía sexual.

— ¡Qué manipulador! Vamos a ser como la viuda negra —dijo María.

—¡Jajajaja! ¡Sí! Pero… Tú tienes pareja… a él será más difícil ocultarle tus verdaderas intenciones…

—Bueno, él no puede ser un dragón verde, en todo caso sería el dragón de Jade.

—Entonces…

—Mira, Helena, nosotros, como te diría yo… —Me miró fijamente evaluando hasta que punto podía abrirse—, somos un poco liberales.

—Vaya, pues me parece estupendo, yo también. Ceñirme al papel establecido, ni te imaginas lo que me aburre.

—Está claro que los iguales se juntan, el poder de la atracción —dijo entusiasmada María.

—Bueno, lo más complicado con los dragones es que luego no se puede copular. —No quería contarle mi experiencia en el mundo liberal aún, no tenía confianza suficiente.

—Sí, vamos, problema que te van a poner los tíos porque les hagas un par de mamadas y te pires.

—Oye, tenemos que seguir en contacto e ir contándonos nuestras aventuras.

—¡Estaría genial! —dijo María entusiasmada.

Nos dimos los teléfonos y nos despedimos con un abrazo.

Qué fin de semana tan interesante…

Las tigresas blancas me fascinaron tanto, que al día siguiente fui a comprar el libro que había sobre ellas. ¡Yo quería ser también tigresa!

Ir a la caza de hombres para tener sexo oral y pringarte de semen, a priori, no parecía complicado. Ese era el primer paso. Así que…

¡Empieza el casting de dragones verdes!

No quería ver a ningún antiguo amante. Quería empezar de cero y tomarme muy en serio mis prácticas espirituales. Quería hacerlas bien y hacer todos los ejercicios. Quizás este recorrido me ayudaría a encauzar un poco mi búsqueda.

Un dragón verde tenía que tener entre otras las siguientes características:

—La primera y esta la pongo yo de mi cosecha «Que te guste lo suficiente», digo yo, ¿no?

—El ideal de dragón es el hombre capaz de eyacular grandes cantidades de semen blanco y espeso (supongo que quedaría mal si «antes de» pidiera una muestra en un tarro y aparte, especificase que no comieran ni coles, ni espárragos, ni brócoli. Junto con el tarro dar un folleto, con una dieta previa que incluyera una gran ingesta de agua).

Se me vería mucho el plumero… No podía hacerlo así. Tenía que darle una vuelta…

—Que sea como una abeja obrera para la abeja reina (no tengo ningún comentario que hacer de esto, me parece correcto).

—No dejarse llevar principalmente por el aspecto físico, es engañoso y puede proporcionarte una energía deficiente, sino por su personalidad y la sensación que te produzca.

—Que no te incite ningún sentimiento romántico, está prohibido mantener fuera del ordeñamiento cualquier tipo de vínculo.

—No debes proporcionarle más de tres orgasmos por sesión (visión positiva del hombre) siempre orales, nada de coito, y no más de nueve encuentros (visión positiva sobre mi carácter).

Estos hombres no podían estar en mi realidad cotidiana, eso estaba claro. Tenía dos opciones, salir por la noche en su búsqueda, pero para eso tendría que salir sola, cosa que no me agradaba mucho, o buscar por internet. Nunca lo había hecho y, ¿qué iba a poner?

ABEJA REINA MADRE BUSCA A ABEJITAS OBRERAS PARA QUE LE PROPORCIONEN JALEA FRESCA.

¡Jajajaja!, sería un punto, seguro que tendría mucha audiencia.

No hizo falta ninguna de las dos.

Mi recién estrenada superamiga María, se encargó.

—Hola ,Helena, ¿qué tal? ¿Cómo va tu búsqueda?

—Hola, pues todavía estoy off, ¿y tú?

—Yo también, pero bueno, creo que he encontrado un dragón verde ideal para ti, para mí no, porque es amigo nuestro y es demasiado cercano a nuestra realidad.

Lo primero que pensé es que se lo había tirado ya fijo y a saber qué más, y lo segundo, con la excusa de que no era importante el físico, me quería meter a un friki amigo suyo que no se comía una rosca.

—Bueno, María, no sé esto de las citas a ciegas y ¿con qué excusa vamos a quedar? No quiero que parezca una cita romántica, pero tampoco que le voy a bajar la cremallera en cuanto lo vea, ¿tienes foto?

—¡Está buenísimo! Te la paso y me dices. Es además muy majo y muy especial…

Foto: un cañón.

Pues la cosa fluyó y estábamos a punto de quedar. No sabía qué le había dicho María y yo no sabía qué decirle, ni cómo plantearle el tema. Qué cita más rara, ¿no podía hacer cosas normales por una vez? ¡Estaba de los nervios!

Cenar, no, qué pereza. Un café, demasiado frío y poco propicio.

Una copa sería lo más adecuado.

El chico se presentó muy puntual, muy majo y encantador. Habíamos quedado en un pub, en una zona tranquila. Él había elegido el sitio. Me estaba esperando en la puerta.

Era mono, pero no tanto como en la foto. Después de las presentaciones pertinentes entramos al sitio.

Estaba bastante oscuro y decorado por innumerables velas por las paredes y en las mesas. Era un sitio un poco romántico. No sé qué ideas se había hecho él al llevarme allí, tendría que reubicarlo.

Todas las mesas estaban ocupadas, así que nos sentamos en la barra. Mejor, menos romántico.

—Bueno, pues yo creo que me voy a pedir un licor de coco, me encanta lo blanco y cremoso —dije sonriéndole.

—A mí las cosas dulces no me gustan.

—¿En serio? Entonces qué pasa, ¿qué solo te gustan las cosas tipo brócoli, espárragos y demás?

—No, mujer, que prefiero un gin tonic, si no te importa.

—Mira, sirven cócteles de fresas. Deben estar buenísimos, ¿quieres uno?

—No, gracias.

Vaya, estaba resultando poco dócil, no iba demasiado bien el casting.

—Yo soy vegetariana, me gustan muchos los vegetales, cocos, fresas, pepinos, nabos…  ¿Tú qué comes?

—Pues vaya, sí que te interesa mi alimentación, bueno a mí no me gustan los pepinos y los nabos, eso sí que puedo decírtelo.

—A mí me encantan, los pelo y luego me los como crudos.

Me di cuenta de que estaba yendo demasiado deprisa al ver que tragaba saliva sin parar. No sabía si por imaginarme comiéndome el pepino o porque quería salir corriendo.

—¿Y desde cuándo eres amiga de María?

—Nos conocimos en un curso, es muy maja, ¿bebes mucho líquido, no?

—¿Por?

—Como eres deportista y eso.

—Sí, bastante.

—¿Como dos o tres litros?

— Pues sí, más o menos.

—¡Qué genial!

—Bueno me alegro un montón que te guste tanto que beba agua, ¿quieres que me pida un vaso ahora mismo y me lo ves beber? Y si tanto te gusta, hasta me puedo beber dos.

—Bueno, no es necesario, a menos que te apetezca, ¡camarero dos vasos de agua aquí por favor!

 

2ª PARTE

—¿A ti qué te pasa?

Ya no soportaba más la situación, si tenía que pasar por esto cada vez, me quitaba de tigresa.

—Me encantaría hacerte una mamada.

—Joder tía, qué rara eres, si no es porque eres amiga de María y habla de ti genial… en fin que yo encantado, ¿vamos a mi coche?

—Sí —quería quitarme esto cuanto antes.

Nos fuimos del bar romántico, sin tan siquiera haber tomado nada.

Ya sentados en el asiento de atrás, me sentía superpresionada. Intentaba acordarme de todas las cosas que hacían ellas. Estaba bloqueada, no me acordaba ni de la respiración. Como empezaba a ponerme morada, decidí respirar como fuera.

—Mmmm… me voy a correr.

Noooo error. Tan pronto no se podía correr. Sería un fracaso energético, ¿qué podía hacer?

—¿Qué haces? ¡Pero no pares!

—Sí, que quiero chupar un poco más.

—Nooooo.

—Síííí — mientras él irracionalmente me cogía de la cabeza y me empujaba.

Y yo para atrás y él para adelante, esquivo a la derecha, él de nuevo al centro. Se iba a correr de manera inminente si no ponía remedio. No sabía qué hacer, así que le di un mordisco.

—¡Joder! ¿Qué haces? ¡Qué bruta eres tía! Déjalo.

—Lo siento, me he emocionado —dije con la cabeza baja, tampoco le había mordido fuerte, qué tío más quejica.

—Ya, pues no quiero ni pensar en lo que puedes llegar a hacer cuando vayas a correrte, qué miedo. En fin dejémoslo, ya no se levanta ni pa atrás, ¿quieres que te lleve a algún sitio?

—No gracias, he venido en mi coche.

Nos despedimos fríamente y me marché.

Llegué a mi casa con la mandíbula desencajada, pero no de estar mamando media hora, la cabrona de María me había mandado a un eyaculador precoz.

FRACASADA ese era mi nombre, TIGRESA FRACASADA, PROYECTO DESASTROSO DE TIGRESA LACTANTE, qué difícil iba a ser cogerle el punto a esto. ¡Vaya mierda!

A este le había curado la eyaculación precoz de golpe, cada vez que se acordara de mi mordisco…

¡Pero cómo se me ocurrían estas soluciones!

Había pasado una semana y María ni siquiera me había llamado para preguntarme. Claro, después del encuentro de su amiguito con Hannibal Lecter…  no quería saber nada de mí. Decidí que había que aprender de los errores. Que no podía venirme abajo tan rápido. Pondría un anuncio y practicaría, practicaría y practicaría hasta dejar seca a toda la península ibérica.

Pondría un anuncio por internet:

APRENDIZ DE ACTRIZ PORNO, NECESITA HACER PRÁCTICAS FELATORIAS PARA PASAR CASTING CON NOTA.

Bueno, bueno, qué éxito. Demasiado.

Hay que cambiar el anuncio.

BUSCO AMISTAD PARA PRÁCTICAS DE LENGUAJES ORALES.

No, incompresible.

BUSCO HACER AMIGOS, YO GRANDES VIRTUDES DE LA LENGUA (Y DIENTES) ESPAÑOLA, INGLESA Y CHINA.

Ya está. Este es perfecto, deja entrever algo sexual, pero camuflado:

BUSCO AMIGOS CON INTERESES ESPIRITUALES Y TÁNTRICOS.

Tuve muchísimos contactos y algunas citas, que no me convencieron en absoluto. No querría por nada del mundo llevarme nada de ellos. Estaba a punto de que el espíritu de la tigresa se desvaneciera y apareció Hanthael, un chico de 30 años y 1,90, extranjero. Un cielo de hombre, cariñoso y muy solo, eso me preocupó. No quería ninguna amistad, ni ningún encariñamiento, aunque pudiéramos repetir la experiencia. Bueno sobre todo si la repetíamos.

Fui totalmente sincera con él. Estaba en una etapa sexual donde solo me apetecía… hacer mamadas y que podían tocarme, pero muy poco, si le extrañó, no lo demostró.

A mí él me encantaba, igual eso no era bueno, pero decidí seguir adelante. No podía ser tan perfecto, alguna falta debía de tener.

En nuestra segunda cita, decidí que estaría ya bien empezar a practicar.

No quería llevarlo a casa y otra vez en un coche no, así que al final quedamos en la suya. Como no íbamos a tener sexo completo, no nos tendríamos que ir a la cama y revolcarnos por sus sábanas. Lo sentaría en su sofá y yo me pondría de rodillas. Así me iría al terminar y no tendría que enfrentarme más, a la situación de tener que echar a nadie a la calle.

Después de tomar algo nos fuimos a su casa. Cuando estaba llegando me entraron los miedos. No de que me asesinara ni descuartizara, sino del grado de suciedad que pudiera encontrarme. Rogaba que, por favor, no fuera más del que yo pudiera asimilar. Había trabajado mucho esa parte de mí. Porque desde pequeña tenía fobia a lo sucio y eso me trajo tantos problemas, que hasta mis padres me llevaron al psicólogo. Me ayudó mucho y había mejorado bastante. Pero seguía siendo yo. Mi madre no sabía que llevaba aún desinfectantes a donde iba. Siempre que estaba con ellos vaciaba los bolsos porque si me los pillaba…  sabía la bronca que me esperaba. Más la cita con el psicólogo claro.

Hanthael abrió la puerta. Era un pequeño apartamento tal como me imaginaba, un poco desordenado y sucio. Pero al menos estaba dentro de unos cánones normales y no tenía el síndrome de Diógenes, que una vez me contó un amigo, que fue a casa de una chica presuntamente normal y se encontró una casa llena de basura. En fin que respiré aliviada, cuando vi que solo era guarro normal.

—¿Quieres tomar algo? —me dijo Hanthael.

—No gracias.

—Siéntate en el sofá que voy un momento al baño —dijo mientras se metía por una puerta.

Su salón era minúsculo y en él también había una pequeña cocina llena de platos sin fregar. Lo malo era que los tenía de frente si me ponía de rodillas y así no iba a haber manera de que yo me pudiera concentrar. Pensé que quizás sería mejor ir a su dormitorio, aunque ese sitio fuera más peligroso.

Me levanté rápido antes de que saliera. Debía de ser la otra puerta que había. Estaba entreabierta y le eché una ojeada. No pude ver mucho, porque enseguida oí la puerta del baño abrirse. Pero lo suficiente como para hacerme una idea. Cama sin hacer, ropa por el suelo. Ni plastificada entera me metía yo allí.

—Perdona cariño tengo que hacer una llamada. Me ha mandado un whatsapp raro un amigo. No tardo nada —se acercó a darme un beso y se metió en su dormitorio cerrando la puerta.

Yo vi mi gran oportunidad.

Cogí mis guantes de látex del bolso. Busqué el estropajo y el detergente y me puse a fregar.

—Perdona Helena, es que era una amigo con depresión, que me tienen preocupad… ¿qué estás haciendo?

Yo aún no había terminado.

—Espero que no te importe, pero como no sabía qué hacer y a mí me encanta limpiar…

—¡Jajajaja! ¿En serio? Pues podrías venirte cada sábado por aquí.

—¡Jajajaja! Enseguida termino —dije pensando que no era mal acuerdo, él me daba su energía y yo le fregaba los platos.

Una vez que terminé, nos sentamos en el sofá y empezamos a besarnos. Yo ya le había dicho muchas veces lo que quería. Esperaba que él no se emocionara y quisiera más.

Le bajé la cremallera y empecé.

Creo sinceramente que lo hice genial, con todas las respiraciones, con sus pausas, sus técnicas, retardando, vamos de libro. Cuando iba a correrse le pedí, por favor, que se corriera en mi cara, la idea era pasarme la leche desde allí hasta las tetas, en un éxtasis místico sin igual.

La realidad:

Como si se tratara de un bombero, que apunta con su manguera para apagar un fuego, así hizo Hanthael con su polla hacia mi cara. Si lo que quería era leche, ahí estaba Hanthael, es decir, ten cuidado con lo que pides que el universo te lo puede dar.

Estoy segura de que no fueron veinte litros reales, pero a mí me lo parecieron.

No pude hacer ninguna técnica post, me limité una vez más a sobrevivir.

El chorro de Hanthael me dejó sin respiración literalmente. El primer litro me entró por la nariz y los otros diecinueve por los ojos. Debí de ser un cuadro para Hanthael, una imagen realmente erótica. Un pez fuera del agua, boqueando en busca de oxígeno.

Cuando llegué a casa tenía los ojos inyectados en sangre, parecían los ojos de Tom y Jerry en sus peores momentos, como cuando le dan al pobre Tom con un martillo en la cabeza y se le salen los ojos de las órbitas. Esa era yo.

Medio ciega, lo primero que hice al llegar a casa, fue mirarme espantada en el espejo. Mi reflejo desde luego no tenía nada que ver con lo supuestamente seductora que tiene que ser una tigresa. Después fui directa al libro que tenía de las tigresas blancas.

Pues aquí no ponía nada de esto, nada de ojos inyectados en sangre, ni en caso de principiante, ni de tigresa lactante, ni en caso de su puta madre, de quién se inventó esto. Debe ser que nuestros occidentales ojos, tienen algo distinto porque si no ya es mala leche, (nunca mejor dicho) no prevenir sobre esta posibilidad.

 Menudo problema, ¿quedaría mal si en la próxima me ponía mis gafas de natación?

Quizás si le vendaba los ojos… o si me tapaba con el pelo, no se daría cuenta o podía hacer como el papel de nadadora, el de colegiala estaba más consagrado, pero igual colaba… Y también podría ponerme mis pinzas para la nariz que utilizo para nadar. Claro que entonces, ¿cómo respiraba mientras?

Estaba sobrepasada.

Hanthael y yo empezamos a vernos más veces, pero no en ese plan. Él se estaba encoñando un poco conmigo y yo me dejaba querer. Tenía mucho cuidado con su semen corrosivo. Quedábamos algunas veces en su casa y yo le fregaba los platos. Empezaba a dejar de lado a las tigresas blancas… estaba claro que no tenía mucho futuro como tigresa. Mi inmortalidad tendría que venir de otra forma sin duda.

Era lunes por la noche, yo estaba tirada leyendo a punto de dormirme. Sonó el teléfono y me despertó de golpe. ¿Quién sería? ¡Qué manía tenía la gente de… ! Paré mi discurso en seco cuando vi que era mi recién amiga y recientemente ex amiga María.

—Hola Helena, ¡cuánto tiempo! Perdona que he estado súper desconectada con mogollón de trabajo, ¿qué tal estás? ¿Qué tal todo?

—Muy bien, no te preocupes yo también ando liada.

—Verás es que este sábado hacemos una fiesta en casa, con algunos amigos, tranquila que no va Iván, ya sé que no fue muy bien…

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